El Poney Pisador

Las enanas de verdad tienen curvas

Buff....¿cuanto hace que no escribo un post relacionado con mi peso? Las tradiciones no pueden morir, si los toros siguen siendo legales que vengan aquí a negarme mi derecho a quejarme de mi culo.

Es una mala época para todos...después de las Navidades y con la proximidad de los exámenes entras en una espiral de autocompasión y autodestrucción que suele centrarse en por qué esos pantalones de ahí no me entran y antes sí. Es la época en la que los gimnasios se empiezan a frotar las patitas musculosas y trucan las básculas para atrapar las almas de sus clientes para siempre.

Yo llevo ya unos cuantos meses en el gimnasio...no es que me sirva de mucho. Sobretodo cuando después del gimnasio me atiborro de dulces con la excusa de "Tengo que recuperar energías". Así que, en mi afán por centrarme en todo menos en estudiar, he probado multitud de técnicas y potingues para reducir culo.

Lo primero que hemos hecho todos alguna vez es ponernos a dieta. Es el método más común. Claro que en mi caso, con mi madre, es imposible decirle que no te vas a comer los calamares fritos con mayonesa. Así que mis dietas consisten en no comer porquerías entre horas.
No funciona, os lo digo ya por si alguno tenia la infeliz idea de adelgazar asi. Sobretodo porque mi organismo pide chocolate cada 45 minutos y al cabo de un día se me olvida cuál era la razón de privarme de él o decido que comprarse una talla más tampoco es tan horrible como dejar de comer chocolate.
Hay gente que prueba la dieta de la Sopa Quemagrasas, una dieta que consiste en comer siempre una asquerosa sopa de verduras machacadas todas las veces que quieras. Obviamente la efectividad de esa dieta se basa en que convierte tu estómago en un asqueroso contenedor de verduras asquerosas que dejan un asqueroso regusto en tu paladar.....solo eliminable con la ingesta de delicioso chocolate.
Otra dieta es la de comer todo lo que te de la real gana, menos hidratos de carbono. Es decir, puedes comer chorizo, jamón, chuletas y todas esas cosas pero no pan, ni fruta, ni pasta, ni arroz ni un sinfín más de alimentos deliciosos como los pastelitos. Lo malo de esta dieta es que tu hígado acaba metido en una bolsa en posición fetal.

Por supuesto hay otras técnicas aparte de las dietas, yo he probado muchas porque con mi madre es imposible no comerse el plato de huevas fritas con ali-oli. Una de las cosas que más me gustan es ese típico tópico que siempre sueltan las modelos anoréxicas: "Yo como de todo, lo único que hago es beber mucha agua al día". Es decir, que si te tajelas una lasaña de medio kilo pero luego bebes dos litros de agua, el karma de las grasas se alinea y cagas la lasaña entera sin digerir....
Cuando preguntas a alguien por este método siempre te sueltan lo de siempre: "Sisisisisi, es una verdad como un templo,porque luego vas y meas la grasa". ¿Qué meas la grasa? ¿Y te ha visto un médico? Porque yo meo agua, y cuanto más bebo más agua meo. A ver si la que tiene que ir al médico soy yo.

Luego está la clásica crema milagrosa, ungida por los ángeles del purgatorio, que si te la echas dos veces al dia reduces centímetros mágicamente. No me miréis así, he probado de todo, y estaba de oferta. La verdad es que después de untarme aquello durante un mes y apestar a pescado muerto todo el dia empecé a notar una ligera reducción....pero creo que era más bien psicológico porque los pantalones me seguían sin entrar.
Claro que cuando investigas por internet el mecanismo por el que estas cremas hacen que pierdas peso, te encuentras con un montón de barbaridades científicas o galimatías hormonales que se resumen en: "Te la echas y luego meas la grasa".

Hay muchos más métodos como el de comer siempre en un plato de postre (inutil si te concentras en preparar comida acumulable en montañas como la ensaladilla rusa); no comer entre horas (que siemre me entra la duda de si el medio dia es una "entre hora" por quello de estar entre la mañana y la noche); o mi favorita: "El frío adelgaza" que si fuese verdad ahora mismo sería un palillo (y más en esta mi querida facultad de Informática).

Lo único cierto es que ya no me entran ni las botas. Y que no te entren cosas por el culo lo asumes, pero que no te entren por los pies...empiezas a plantearte en serio lo de mear grasa.
Eso si, verme ponerme las botas es todo un espectáculo: tengo que poner las piernas para arriba para que la grasa baje, con una mano estrujarme los gemelos para desplazarlos fuera del camino de las botas y con la otra subir la cremallera dolorosamente y con mucho esfuero. Es decir, que el día que me quede manca tendré que dejar de ponerme botas porque adelgazar...lo que se dice adelgazar....no parece probable que pase.