El Poney Pisador

Siguiendo el ejemplo de otros post, os brindo con mi “Psicoanálisis del pavo”. Como no quiero aburrir a los lectores, puesto que esto es un tema muy extenso, me limitare a los espécimen que me rodeaban:

- Las pavas de delante. Estas chicas, porque eran muy chicas, más que pavas yo diría que eran pijas. Pero bueno, ¿¿qué te puedes esperar de quinceañeras que viven en Madrid (Moncloa para más inri)?? En fin, poco se podría decir de ellas, si no fuera que con su edad, su pavo y su pijoterío se pasaron medio concierto oyendo las proposiciones de los pavos de atrás (psicoanalizados más adelante) y quedando con alguno de ellos tras el concierto. Penoso, lo se, pero ir acostumbrándoos a las generaciones venideras.
- Los pavos (o buitres) de atrás. Estos también eran más pijos que pavos, al pesar de encontrarse en la edad. Pero si unas eran madrileñas pasando las vacaciones en Málaga, estos eran pijos pasando las vacaciones en Puerto Banús. Éstos, como es obvio, no vinieron a ver a “Marquitos”, sino a ver que tal era el ganado y si podían pillar cacho. Y lo pillaron, con la chica de la coleta para más aclaración. Era la más bajita, la que tenia pinta de menor edad, la del móvil más caro, la que controlaba el catarro y la más fashion al llevar la coleta en el lateral y no en el cogote. Finalmente se largaron y nos quedamos sin saber como acabó el rollito.
- La pava de la izquierda. No se si era euforia o pavo, pero la señorita, de unos treinta años aproximadamente, se pasó la hora y media larga que duró el concierto dando saltos sin parar. No se que era peor, si la cara del novio/marido sujetándole para que no saliera despedida hacia el escenario, o las secuelas que dejan un pavo bien criado.
- Las pavas de la derecha. En este rincón, sin superar los 50 kilos de peso ninguna de las dos muchachas, nos encontramos con la pava saltarina y la pava cercana. La saltarina se paso la noche alternando saltos con gritos, pero saltos que te provocaban un baile que te hacía parecer que te encontrabas en una serie de dibujos y retumbas con los pasos de un gigante, un gigante de apenas 50 kilos. La cercana no es que fuera conocida o pariente ni nada por el estilo, si no que es aquella que solo encuentra un sitio para poder ver el escenario, al lado de tu cara (cualquier otro habría aprovechado esa situación para intimar, porque para colmo la chica estaba bastante apañada). En ocasiones dudaba si estaba intentando ligar conmigo o no, pero tras ver los saltitos y grititos histéricos, comprobé que lo que estaba haciendo, era como mucho pavoneándose.